viernes, 4 de junio de 2010

LOS SONAJEROS DE TUXPAN


ANTECEDENTES:

Anualmente, en algunos pueblos y ciudades del sur de Jalisco, al acercarse los días de la fiesta religiosa tradicional, las agudas notas de la flauta de carrizo, acompañadas rítmicamente por las percusiones de los tamborcillos de doble membrana, inundan al anochecer las calles por diferentes rumbos, tocando las fibras más íntimas de los descendientes de aquellos que, desde inmemorial tiempo, por medio de la danza se hacían merecedores de las condiciones favorables para que se renovara la vegetación, las semillas cultivadas germinaran, crecieran y generosamente fructificaran; para que se multiplicaran los animales y aves que eran su sustento, dando paso a la posibilidad de una cosecha y caza abundante que les permitiera sobrevivir.

Ese poder de la naturaleza, encarnado en el Tloque Nahuaque Ipalnemohuani (Quien siempre está cerca y por quien tenemos vida), tenía que ser merecido, obtenido (podría decirse “conquistado”), por medio del baile ritual, para el beneficio humano. Por eso esta danza rememora, en su ejecución e indumentaria, la belicosidad de los antiguos guerreros mesoamericanos. Un estribillo característico, al momento de iniciar la ejecución de un nuevo son, sirve de fondo al fuerte grito acorde de toda la cuadrilla de danzantes; es como aquel impresionante vocerío que preludiaba las batallas en el México antiguo.

Como esta danza ritual estaba ligada a la fertilidad, se utilizaba el color rojo asociado al amarillo. Éstos eran los colores dominantes en la vestimenta: el rojo, que simbolizaba la salida del sol, el renacimiento, la vegetación tierna; el amarillo, el color del sol, del fuego, elemento importante para el desarrollo de las plantas tiernas y para que maduraran los frutos.

La danza fue una de las manifestaciones culturales autóctonas aceptadas y utilizadas por los frailes, primeros misioneros cristianos, en sus actividades catequísticas promovidas al inicio de la colonización, en la primera mitad del siglo XVI. Su ejecución fue permitida a los habitantes nativos en las celebraciones cristianas de importancia, a las que daban realce con su vistosidad, para goce y gusto de propios y extraños, como fue el caso de la visita que el Comisario General franciscano Alonso Ponce hiciera, en 1587, a los pueblos de la región.

UN POCO DE HISTORIA
A más de ciento setenta años de que las comunidades nativas del Estado de Jalisco -y entre ellas las de la de la región sur-, recibieran la “herida de muerte” con la aplicación de leyes liberales que no reconocieron la propiedad comunal y que pusieron énfasis para que se individualizara este tipo de propiedad -favoreciendo con ello el enajenamiento o venta de las mismas, por la extrema pobreza y/o ignorancia de muchos naturales, ampliándose y fortaleciéndose las propiedades de rancheros y hacendados locales-, sigue firme la danza de sonajeros, importante elemento de la herencia cultural nativa.

Esta danza ha sido utilizada con fines políticos, como en el sexenio 1970-1976, cuando desde diferentes niveles de gobierno se promocionó a nivel nacional e internacional, haciéndosele aparecer como originaria de Tuxpan (donde tenía gran influencia la familia de la esposa del presidente de la república en turno), lo que provocó inconformidad entre las cuadrillas de las diferentes poblaciones del sur de Jalisco, dado que su práctica ha sido expresión cultural de los pueblos de origen autóctono: Amacueca, Atemajac, Juanacatlán, Tapalpa, Apango, Sayula, Usmajac, San Sebastián (Teponahuaztitlan), Ciudad Guzmán (Zapotlan), Huescalapa, Zapotiltic y Tuxpan.

Por otra parte la intromisión de personas ajenas a la organización de las cuadrillas (ejerciendo el poder que les otorga una investidura) ha llevado a graves deformaciones y fricciones que en tiempos recientes han puesto en peligro esta expresión cultural. Ejemplos de lo primero es la innovación en la vestimenta de los sonajeros de las cuadrillas de sonajeros de Sayula, al sugerirles la introducción de cambios en la vestimenta para que se revistieran como “juandiegos”, para “variar un poco” la vestimenta tradicional. En cuanto a las fricciones, las provocó un “concurso” anual introducido por el comité de feria de Ciudad Guzmán, ya que las personas que calificaban la ejecución de los sones, al no tener los conocimientos ni relación alguna con la danza, daban mayor importancia a algunos elementos del vestuario o de la ejecución, sin valorar la expresión dancística en su conjunto. Afortunadamente en la actualidad tal concurso ha desaparecido (el último se efectuó en 1984).

En 1992 se dio inicio a la realización de “Encuentros de Cuadrillas de Sonajeros”, bajo el auspicio y organización del gobierno municipal en Ciudad Guzmán. Un año después el gobierno municipal en turno instituyó oficialmente el 12 de octubre como el “Día del sonajero” en Ciudad Guzmán, utilizándose el evento respectivo como escenario para hacer pública una solicitud del presidente municipal en turno al Congreso del Estado, para el cambio de nombre de la ciudad que tal funcionario patrocinaba. A la fecha las cuadrillas agrupadas en la organización denominada “Danzas Autóctonas y Sonajeros de Zapotlán” han retomado la realización de este evento de manera autónoma, asumiendo la organización y el desarrollo del mismo, para rescatar esta tradición y se revalore socialmente esta expresión cultural, para lo cual todos los representantes de cuadrilla colaboran.

La problemática que enfrenta esta manifestación cultural desde “dentro” de las cuadrillas, no solo en Ciudad Guzmán sino también en las demás localidades de la región donde todavía se practica, está muy ligada a las condiciones socioeconómicas de quienes la sostienen. Obligados a emigrar en busca de trabajo o a habitar las nuevas colonias periféricas en las ciudades, se les dificulta la asistencia a los “ensayes” y han perdido la identidad con el barrio o la calle donde tradicionalmente se reunía la cuadrilla. Lo anterior es un problema para los capitanes de organización, dado que se les dificulta avisar a los integrantes del grupo sobre una invitación a una “bailada” y conocer su disposición o posibilidades de participación.

Otra situación que ha afectado a las cuadrillas, sobre todo en Ciudad Guzmán, es la falta de músicos-piteros por el deceso de los mayores, de edad avanzada. Alguno de los danzantes, ante la necesidad del grupo, se convierten en músicos-piteros, quienes por la falta de preparación, deforman la interpretación de los sones o los tocan incompletos, demeritando con ello la unidad de música y danza.

Por otra parte el aumento del número de integrantes de las cuadrillas ha llevado a que se agrupen en tres o cuatro filas, trayendo consigo cambios en la forma de desarrollar la ejecución de la danza, al dificultarse el desarrollo de evoluciones como los engarces y cruzamientos; llevando también, poco a poco, a que se vayan dejado de hacer las tradicionales evoluciones de adentro hacia fuera y de afuera hacia adentro, para pasar a realizar las evoluciones de manera unificada hacia delante o atrás, hacia la izquierda o hacia la derecha, dándole homogeneidad a la ejecución de la danza.

Desde “fuera”, el crecimiento urbano ha afectado el mantenimiento y desarrollo de esta tradición en dos sentidos. Por una parte, ante la ausencia de una planeación urbana en las ciudades de la región, la circulación vehicular se ha tornado crítica en las calles de las mismas, lo que entra en conflicto con la realización de algunos eventos de antigua tradición que todavía perviven, entre ellos la ejecución de la danza, la culminación de los encendios y la elaboración de los enrosos, dado que, para su realización, requieren del cierre temporal de algún tramo de calle; por otra parte, el avecindamiento de personas en las localidades de la región, provenientes de otras del estado y del país, con otra cultura –mucha de ella urbana-, les lleva a despreciar, por desconocimiento, tales expresiones de la cultura local, pues sus cultura urbana entra en choque con las expresiones culturales de tradición local, por la alteración del flujo vehicular en algunas calles, llevándoles a una parte de ellos a expresarse de manera despectiva o descalificante de tales manifestaciones culturales; tal hecho converge con el soterrado racismo que históricamente se conformó en el país, a partir de la colonización en el siglo XVI y que forma parte de la cultura nacional, el cual es compartido por cierto sector de la población en nuestra región.

Punto álgido sobre este asunto se han vuelto las políticas que, desde el ejercicio del gobierno local, se han implementado respecto de la problemática asociada a la práctica de la danza y otras manifestaciones de la cultura tradicional, dado que algunas de tales disposiciones (como el negar el permiso para que los ensayes se realicen fuera del domicilio de algunos participantes) afectan a quienes –citando a Carlos Fuentes- “mantienen el milagro de sostener estas tradiciones culturales”, después de quinientos años de resistencia. Y así, los herederos de aquella ancestral cultura, entre quienes se cuentan los integrantes de las cuadrillas de sonajeros, han continuado su tradición entre dos dinámicas: atacados en sus manifestaciones, incomprendidos e intolerados o comprendidos y tolerados, respetando su cultura.

Sin embargo, a pesar de las situaciones, quienes sostienen esta expresión cultural están dispuestos a continuar con ella. Los vecinos, al paso de las cuadrillas por la calle danzando los días de la fiesta, no ocultan su gozo, y ante la belleza y energía conjugadas en la ejecución de algún son, aplauden y exclaman: “¡Que vivan los sonajeros!” y “¡Que no muera nuestra tradición!”


ORIGENES
LOS SONAJEROS

La danza de Sonajeros y se realiza en honor a San Sebastián y en ellas participan tanto mujeres como hombres de todas las edades. Se inicia el día 20 de enero, día de su santo, continúa el 27 y termina el 2 de febrero. Son tres días de danza en donde la tradición antigua nahua y la fe cristina se entrelazan. Días de danza que recuerdan la rebeldía indígena ante toda agresión y en agradecimiento a las tres imágenes que existen de San Sebastián: la abajeña (20 de enero), la arribeña (27 de enero) y la pronunciada (2 de febrero). La danza la realizan cuadrillas formadas por clanes de familias. Cada cuadrilla tiene su propia pequeña imagen de San Sebastián, además de las tres grandes. Las cuadrillas de Sonajeros están integradas por dos piteros, los danzantes punteros y sus aprendices (adultos o jóvenes y niños respectivamente), los monos, el viejo, el apache, los mayores y los responsables de la danza.
Los piteros son los responsables de tocar el tambor tradicional y el carrizo que marcan el ritmo y pisada del danzante y de su sonaja. Los danzantes punteros son los que saben los ritmos y pasos a partir de escuchar el carrizo y el tambor, que marcan el paso a los aprendices. El viejo es el sabio de la comunidad y los monos sus ayudantes. El apache es el jefe de la tribu (la comunidad representada en la cuadrilla). Los mayores son adultos de la comunidad que marchan al pendiente de los danzantes y en especial de los niños. El responsable de la danza es el más grande en años y es el que transmite la sabiduría de la danza tradicional a los danzantes de hoy.
La danza de los Sonajeros es la más antigua. Se realiza desde antes de la llegada de los conquistadores europeos. Don Pedro Patricio, mayor de la comunidad y encargado de la cuadrilla abajeña, dice que se trata de una danza de guerra que representa la marcha de las tropas al combate. “Su grito es un grito de batalla y la sonaja es el mazo de pelea. Platican los antiguos que esta danza empezó en agradecimiento a San Sebastián, que llegaron cuando hubo una enfermedad muy fuerte, una peste que hacía que a la gente le salieran granos y llagas en la cara, creo que era la viruela negra. Llegaron tres San Sebastián, que cuidaban las tres entradas del pueblo para que no entrara la enfermedad. Y es que era muy feo, la gente era enterrada viva para que no contagiara. Ahí la enfermedad se detuvo y desde ahí se agradece a San Sebastián danzándole, con gusto, alegría y amor”.
Las cuadrillas de abajeños y arribeños son las más antiguas, la de pronunciados surge después de una rebelión de indígenas de Tuxpan junto con indígenas de Zapoltitic y de Tamazula contra la hacienda “El Rincón”, en 1872.
Con estas danzas y su organización comunitaria se manifiesta no sólo la tradición guerrera de los nahuas con su fe llena de alegría y amor, sino sus tradicionales estructuras de gobierno y de toma de decisiones que permiten la vida colectiva cotidiana basada en el trabajo y esfuerzo de toda la comunidad. Por eso mismo no es mucho decir que la comunidad se mantiene viva y en pie de lucha en Tuxpan: el pueblo de la fiesta eterna.


JURAMENTO

Esta danza se realiza en festividades religiosas como la de San Juan Bautista, patrono de Tuxpan, Jalisco. Sus miembros forman una sociedad donde los intérpretes prestan juramento de bailar con fervor y entusiasmo, respetar al público, no ingerir bebidas alcohólicas y otras formas de comportamiento que constituyen un código. Muchos de los intérpretes de la danza cumplen su "manda", promesa que se hace a una imagen para pedir o agradecer un favor. Las promesas son de por vida y son hereditarias por lo que hay hasta niños cumpliendo las mandas de sus padres.

http://www.youtube.com/watch?v=lo2lv6opCZw

PERMISOS Y PREPARACIÓN

Cuando un individuo desea formar parte de una cuadrilla o tiene una “manda” que cumplir, pide permiso a los capitanes de organización, los que a la vez informarán al representante general de la cuadrilla y/o a los capitanes punteros para responder al solicitante; si no hay inconvenientes (por lo general para cumplir una manda no lo hay), el solicitante se incorpora a “los ensayes”.

El periodo de preparación o “ensayes” es de duración variable, siendo en muchos de los casos, hasta de un mes de anticipación al día de la fiesta. Diariamente, por fuera de la casa donde va a realizarse “el ensaye” -por lo general la de un integrante de la cuadrilla-, se acomoda un altar donde se coloca el nicho de madera que contiene la imagen del santo o santa patrona de la localidad; el nicho con la imagen se cambia todos los días al lugar donde se realizará el próximo “ensaye”. El adiestramiento diario tiene una duración de entre una hora y una hora y media, sin descanso intermedio. Las familias vecinas se reúnen a “ver el ensaye”; cuando éste termina, se reparte a los danzantes alguna comida ligera como tostadas y tacos, agua fresca y/o ponche de granada o de tamarindo; ocasionalmente se reparte atole y tamales o pozole. Esta preparación culmina con el “ensaye real” la noche anterior al día principal de la festividad religiosa.

Entre los miembros de las cuadrillas se establece una relación de fraternidad, de solidaridad, de compañerismo, que perdura más allá de los días de la fiesta tradicional y se refleja en la vida cotidiana a través de la amistad, de matrimonios, del compadrazgo y/o invitando o informando a sus compañeros sobre buenas oportunidades de trabajo. En el caso de Ciudad Guzmán no es difícil encontrar que los trabajadores de una obra en construcción son todos conocidos y pertenecen a una de las cuadrillas, o que, en pequeños grupos, se trasladan a trabajar a diversas localidades y ciudades retiradas de su lugar de origen, volviendo a su pueblo los días principales de la fiesta, para participar danzando en las cuadrillas. Una vez terminados los días de la fiesta, regresarán a los diferentes lugares donde trabajan, incluso los Estados Unidos de América.

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